Políticas de Desarrollo Rural

ORIENTE ANTIOQUEÑO
Agroecología
y buen vivir
Autor: Iran Carlos Lovis Trentin.
Latinoamérica, conformada por diferentes pueblos originarios y por las migraciones de los últimos siglos, ha sufrido cambios sociales, ambientales, culturales y económicos significativos.
Como contraste con el modelo de desarrollo económico capitalista se destaca el Buen Vivir (Sumak Kawsay o Suma Qamaña) institucionalizado por el nuevo constitucionalismo latinoamericano a través de las Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009).
El Buen Vivir es una visión holística e integradora del ser humano, inmerso en la gran comunidad terrenal que incluye, además de los humanos, el aire, el agua, el suelo, las montañas, los árboles y los animales. Se reconoce la relación intrínseca con la naturaleza y se prioriza las cosmogonías de los pueblos originales (ACOSTA, 2012).
El Buen Vivir, de hecho, se presenta como una oportunidad para construir colectivamente nuevas formas de vida. Sin embargo, no es una concepción nueva del desarrollo u originaria de los procesos políticos de principios del siglo XXI en los países andinos; es una filosofía ancestral presente en las comunidades raizales desde sus más remotos orígenes.
El Buen Vivir, como una forma de ser y estar en el mundo, ha influido en muchas de las técnicas y saberes que se usan en la agroecología y en especial en los aspectos éticos, comunitarios y políticos que la promocionan en la actualidad. Así, con el desarrollo de la agroecología se reconoce y se sitúa el saber, el conocimiento y las ciencias de los pueblos originarios de América Latina.
En las últimas décadas del siglo XX, muchos países recuperaron sus modelos de gestión democráticas (nuevos modelos basados en el desarrollo sostenible y la agroecología), desarrollando nuevas constituciones, donde los gobiernos populares llegaron al poder. Aunque todavía hay regiones muy pobres basadas en la agricultura familiar que buscan nuevas formas de gestión, participación y producción en las políticas públicas.
Lo que falta en muchos casos no son las leyes y los programas de agroecología, sino los instrumentos para que pudiera ser implementada en estas zonas más marginales, y alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza en todos los rincones de estos países.

